Después del largo descanso estival, a partir de octubre y hasta enero tienen una gran trabajo por delante en la búsqueda de esta preciada joya, escondida en el bosque, hasta que estos astutos sabuesos consiguen encontrar su escondite secreto.
A veces no es necesitan olfatear la trufa, y es que nos referimos a este exquisito manjar, de un sabor entre dulce y picante, exultante de aromas y a la vez con una vida tan efímera.
Los perros, se adentran en la espesura del bosque seguidos del acompañante humano, huelen las plantas más comunes y ensucian su nariz escarbando en el negro barro. De pronto uno de los perros para bajo un árbol e inquieto olisquea jubiloso.
El hombre se acerca lentamente y con su azadón y gran cuidado obtiene ese regalo que la naturaleza nos cede de buen grado. Luego con inmensa alegría, el trofeo es de un tamaño fabuloso, premia como debe ser a los verdaderos buscadores de trufas: “los perros”